Una lectura straussiana del film “Pantera Negra”

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No se trata de un libro, pero es una lectura enjundiosa de una película actual – de un crítico importante – muy pero relacionada con el pensamiento y, obvio, con los libros (HD).

Slavoj Žižek (Traducción de Hugo De Marinis)

09 – 03 – 18

Esperábamos una película como Pantera Negra, pero Pantera Negra no era la película que esperábamos[i]. La primera señal de ambigüedad es el hecho de que el film fue recibido con entusiasmo por todo el espectro político: desde los partisanos de la emancipación negra que observan el primer acto afirmativo de Hollywood sobre el poder negro, los progresistas que simpatizan con sus razonables soluciones  – educación y apoyo, no lucha – hasta algunos representantes de la derecha alternativa que reconocen en el saludo del film – “Wakanda forever “– otra versión del “Estados Unidos primero” de Donald Trump (a propósito, esto es por lo que Mugabe, antes de perder el poder, también dijo amables palabras sobre el presidente norteamericano). Cuando la totalidad de las partes se identifica con el mismo producto podemos estar seguros que el producto en cuestión constituye ideología en su estado más puro (una especie de receptáculo que contiene elementos antagónicos).

La trama comienza siglos atrás, con cinco tribus africanas que se pelean por un meteorito que contiene vibranium, un metal al parecer capaz de almacenar cantidades de energía ilimitadas. Uno de los guerreros obtiene destrezas súper humanas al ingerir una hierba con forma de corazón que posee las facultades del metal. Se transforma entonces en la primera Pantera Negra y logra unificar, excepto una, todas las tribus que forman la nación de Wakanda. Por varios siglos, los wakandos se las arreglan para vivir aislados del mundo, que solo los considera un país africano subdesarrollado; en realidad, ocurre lo contrario ya que alcanzan un alto desarrollo gracias al uso del vibranium con el que producen alta tecnología. Desde ya este punto de partida parece problemático: la historia reciente nos muestra que ser agraciado por algún recurso natural precioso es más bien una maldición furtiva – piénsese en el Congo actual que es un inoperante Estado fallido y delincuente, precisamente por su increíble riqueza en recursos naturales (y por la forma despiadada en que merced a estos recursos es explotado).

La escena se muda luego a Oakland, que fue uno de los bastiones de las reales Panteras Negras, un movimiento radicalizado de liberación de los años sesenta que fue reprimido de modo feroz por el FBI. La película sigue la senda del comic Black Panther – sin que nunca se mencione de manera directa a las reales Panteras – en el que en un sencillo pero genial golpe de manipulación ideológica se secuestra un nombre de tal manera que la primera asociación ya no es la antigua organización militante radicalizada sino un superhéroe / monarca de un reino africano. Hay dos Panteras Negras en el film, el rey T’Challa y su primo, Erik Killmonger. Ambos tienen visiones políticas distintas. Erik transcurre su juventud en Oakland y luego pasa a ser un operativo negro del ejército estadounidense; sus dominios son la pobreza, la violencia de pandillas y la brutalidad militar. En tanto, a T’Challa lo criaron en la aislada opulencia de la corte real de Wakanda. Erik aboga una solidaridad global militante: Wakanda debe aportar su riqueza, conocimiento y poder para ponerlo a disposición de los oprimidos alrededor del mundo de manera tal que puedan derribar el orden existente. T’Challa, por su parte, se aleja de a poco del aislamiento tradicional del “primero Wakanda” y encara un globalismo gradual y pacífico que debería funcionar dentro de las coordenadas del orden mundial existente y sus instituciones con la promoción de la educación y la asistencia tecnológica – y de manera simultánea mantener la cultura distintiva y el modo de vida de Wakanda. El arco político de T’Challa lo hace un héroe dubitativo, desgarrado por la multitud de sus posibilidades de acción, distintas de las por lo general hiperactivas del superhéroe. En cambio su oponente Killmonger está siempre listo para actuar y sabe qué hacer.

No, Pantera Negra no es la película que esperábamos. Uno de los signos que muestra que algo anda mal con el film es el extraño papel de dos personajes blancos, el sudafricano “malo”, Klaue, y el agente Ross de la CIA, el “bueno”. El “malo” Klaue no atina en el rol de villano para el cual está predestinado – es muy débil y cómico. Ross es una mucho más enigmática figura, en algún sentido el síntoma del film: es un agente de la CIA, leal al gobierno de Estados Unidos, que participa en la guerra civil de Wakanda con una distancia irónica, raramente no comprometida, como si participara en un espectáculo. ¿Por qué se lo selecciona para derribar los aviones de Killmonger? ¿No es que él encarna el lugar del sistema global existente en el universo del film? Al mismo tiempo representa a la mayoría de la audiencia blanca e interviene como si dijera: “Está bien disfrutar esta fantasía de supremacía negra, total, ¡ninguno de nosotros está realmente amenazado por este universo alternativo!”

Que T’Challa se abra a la buena globalización pero que también se apoye en su personificación represiva – la CIA – demuestra que no hay tensión entre las dos: la estética africana está hecha a la perfección compatible con el capitalismo global; la tradición y la ultra modernidad se combinan. Lo que el bello espectáculo del capitolio de Wakanda demuele es la percepción de Malcolm X cuando adoptó la X como su apellido. Indicó que los negreros que arrancaron a los esclavizados africanos de sus tierras los privaron de manera brutal de sus familias y raíces étnicas, del mundo cultural de sus vidas. Una inspiración para el Partido Pantera Negra, la misión de Malcolm X no fue movilizar a los afroamericanos a pelear por el retorno a ciertas primordiales raíces africanas, sino precisamente apropiarse de la apertura provista por la X – una desconocida, nueva (carencia de) identidad engendrada por el mismo proceso de esclavitud. Esta X, que priva a los negros estadounidenses de su tradición étnica, ofrece una única oportunidad de redefinirse (reinventarse) ellos mismos, formar en libertad una nueva identidad mucho más universal que la profesada universalidad de los blancos. (Como bien se sabe, Malcolm X encontró esta nueva identidad en el universalismo del Islam.) Esta preciada lección de Malcolm X se olvida en Pantera Negra: para lograr una verdadera universalidad, un héroe debe pasar por la experiencia de haber perdido sus raíces.

Las cosas así parecen claras con la confirmación de la insistencia de Fredric Jameson sobre la dificultad que representa imaginar en realidad un mundo nuevo, un mundo que no solo refleja, invierte o suplementa el existente. Sin embargo, el film ofrece señales que perturban esta lectura simple y obvia – señales que dejan la visión de Killmonger radicalmente abierta. Si leemos el film del modo en que Leo Strauss lee los trabajos de Platón y Spinoza, y también Paraíso perdido de Milton, podemos recobrar este aparente potencial embargado.

Una atenta lectura straussiana atrae la atención a los signos que indican que la obvia jerarquía de posiciones teóricas tiene que ser invertida. Por ejemplo, aunque Milton sigue la línea del partido oficial de la iglesia y condena la rebelión de Satán, sus simpatías son claras a favor de él en Paraíso perdido. (Deberíamos agregar que no importa si esta preferencia por el lado del mal es consciente o inconsciente en el autor del texto; el resultado es el mismo). ¿Acaso no ocurre algo semejante en “El caballero de la noche asciende” de Christopher Nolan, la parte final de su trilogía sobre Batman? Aunque Bane es el villano oficial, hay indicaciones que él, mucho más que Batman mismo, es el héroe auténtico del film, pero que, en vez, está distorsionado como su villano: decide sacrificar la vida por su amor, presto a arriesgarlo todo por lo que percibe como una injusticia y este hecho básico se ocluye por signos superficiales y de un mal destructivo, más bien ridículo.

De vuelta a Pantera negra: ¿cuáles son las señales que nos habilitan a reconocer en Killmonger al verdadero héroe del film? Hay varias; la primera entre ellas es la escena de su muerte, en que prefiere morir libre a sanarse y sobrevivir en la falsa abundancia de Wakanda. El fuerte impacto ético de las últimas palabras de Killmonger arruina de inmediato la idea de que es un simple villano. Lo que sigue es una escena de una calidez extraordinaria: el agonizante Killmonger se sienta en el borde del precipicio de una montaña desde el cual observa la puesta del sol en Wakanda, y T’Challa que lo acaba de vencer, se coloca silencioso a su lado. No hay odio ahí, básicamente solo dos hombres buenos con diferentes visiones políticas que comparten los momentos finales cuando la batalla ya ha terminado. Es una escena inimaginable en una película de acción standard que culmina con la feroz destrucción del enemigo. Estos instantes postreros por sí solos arrojan dudas a la lectura obvia del film y nos insta a una más profunda reflexión.

(Artículo publicado el 03 de marzo de 2018 en Los Angeles Review of Books.) https://lareviewofbooks.org/article/quasi-duo-fantasias-straussian-reading-black-panther/

 

[i] Mi lectura se apoya en las de Duane Rousselle, Christopher Lebron y en un intercambio de correos con Todd McGowan.

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