Unas palabras sobre el amigo Vitón, que leía bastante.
En esta foto de los 80, el de arriba a la izquierda es Aníbal Vitón. Organizador de festicholas ilustres, sibarita tenaz, degustador de platos gourmet, tragos finos y elíxires furtivos; animador de clubes de poesía y de tertulias filosóficas, siempre atento al goce de la compaña. Exiliado, no le pintó hacerse viejo mirando el lago y se volvió al terruño; lo saboreó en varios sitios hasta que recaló en uno imprevisto y familiar: Monte, provincia de Buenos Aires. El año pasado, a ver de qué iba, se tomó un curso en línea sobre Cortázar con el que medraba el productivo Martín Kohan. No mucho después, sin la sanción de gurúes ni fundaciones, anarco al desgaire, exploró con un grupo de amigotes a Foucault, Lévi-Strauss y Wilhem Reich hasta el momento en que se le dio la gana.
La mañana del 7 de abril nos informaron de su fallecimiento. Si coreáramos hasta la victoria siempre nos habría dedicado una sonrisita canchera. Celebramos su vida.