07 – 12 – 21
Hace unos días terminé una reseña sobre Crowds and Party de Jodi Dean. Lo que más me interesó del trabajo fue la intensidad y entusiasmo con que la autora defendía a contramano de la época las virtudes del partido (comunista, de izquierda). Traduje para el artículo unas líneas poderosas, convincentes: …la disciplina [en el partido] involucra la construcción de solidaridad, el refuerzo del sentido de lo colectivo y el sostenimiento del coraje frente a los esfuerzos del capitalismo de aislarnos en el miedo y el egoísmo. Además (…) es un vínculo social que interrumpe el orden simbólico e imaginario de la burguesía y se propone insertar ideales igualitarios y perspectivas de intereses colectivos (págs. 201 y 202). No mucho después de culminar con la crónica me dispuse a leer las últimas páginas de My father’s Keeper (2001) de Stephan y Norbert Lebert (padre e hijo) en el que Norbert revisitó 40 años después las entrevistas que Stephan hizo a los vástagos de varios nazis prominentes. El puñado de entrevistados, cuando los vio Norbert cerca del año 2000, ya eran mujeres y hombres mayores, no muy distintos en las formas de pensar que cuando tenían la vida por delante; cada uno siguió su derrotero particular sin mucha interacción entre ellos. Un dato, sin embargo, me dejó inquieto. Klauss Von Schirach, el hijo del líder de las juventudes hitlerianas – Baldur Von Schirach – le confesó con cierta altanería a Norbert Lebert que estaba contento de haber tenido sus tempranas experiencias con el nacionalsocialismo: no fueron solo los crímenes (…) al principio hubo cosas enteramente diferentes en juego, el sentido del deber, la solidaridad y el rechazo al individualismo. Eso era lo importante (págs. 241 y 242). Un abismo, no me quedan dudas, separó siempre los valores y objetivos del partido de izquierda de los del partido nazi. Pero no deja de ser perturbador lo que se solapa.
HD
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