Memoria caballar fallida

posted in: Lecturas | 0

 

Hugo De Marinis

Leía Tomar las armas (2016) de Horacio González, cuando de repente se me sacudió la lectura por la mención del narrador de la novela del caballo Pherénikos. No sabía de él – raro – así que verifiqué que, más o menos milenio y medio atrás, fue pingo famoso. Por esas asociaciones que uno atribuye a la distracción, me volé a un restaurante japonés de Toronto llamado Ramen Isshin al que hace poco visitamos con mi pareja invitados por un matrimonio joven y progresista oriundo de Estados Unidos.

Nuestros amigos pertenecen a un grupo de especialistas en encontrar tesoros alimenticios a los que solo los iniciados tienen acceso. A estas personas en inglés se los llama “foodies” (¿amantes y exploradores de comidas y bebidas gourmet?). El menú de Ramen Isshin consistía en su totalidad en una variedad apreciable del humilde pero noble fideo. A mi compañera y a mí no nos apetece pedir fideos cuando salimos a restaurantes por más especialistas que estos sean. Además, en mi caso está la cuestión de los palillos. Por una cuestión de mundanidad, uno no se puede desubicar y solicitar cubiertos. Como nos llevamos bien con esta pareja exteriorizamos nuestras reservas y aunque se mortificaron un poco la pasamos bien. Tocamos diversos temas, entre ellos el consumo humano de animales de cualquier tipo.

Josh manifestó que no comería pulpo porque este bicho posee una inteligencia asombrosa. Sharon es vegetariana. A Adriana ni loca le dan hormigas. Yo no me le acerco a la carne de muchas bestias pero jamás consumiría a sabiendas carne de caballo. Apenas lo dije, les conté una historia que creía tener registrada con fidelidad en las anfractuosidades de la memoria del tiempo en que buscaba infecundamente una martingala burrera.

Aseveré que en 1978 el gran Alleged había perdido los tres eslabones de la triple corona estadounidense contra el aún más glorioso Affirmed por no más de una nariz cada vez. Terrible paradoja del segundón serial – les dije – fue vendido a un haras noruego donde fracasó como padrillo. Acto seguido lo malbarataron a un matadero que volvía comestibles los despojos equinos. Rematé más admirado que triste que del pobre Alleged se ignoraba si acabó como alimento de mascotas o como bifes para consumo humano en alguna carnicería o comedor del país escandinavo.

Es increíble cómo se me mezclaron tantos que apreciaba tan claros en aquel restaurante. Seguro se complicaron porque en el momento que los registré mi atención priorizaba no otra cosa que potenciales ganadores; las historias antropomórficas de caballos campeones eran secundarias. Mi memoria se mandó una sarta de mescolanzas de jumentos y carreras de yobacas que si bien inexactas, ocuparon un espacio real en la galería deportiva de mis recuerdos. No así nombres de tungos (1) en apuestas exitosas ni sumas (o restas) dinerarias devengadas.

Alleged murió a los 26 años de los padecimientos de la vejez en el año 2000 – bastante para un caballo. Nunca corrió contra el triple corona Affirmed, pero sí ganó dos veces el más prestigioso clásico europeo: el Prix de l’Arc de Triomphe. Como padrillo no le fue mal y sus restos no terminaron ni en estómagos de gatos o perros, ni de seres humanos.

El que tuvo el bochornoso final que relaté en el Ramen Isshin atribuido a Alleged fue Ferdinand, ganador del Derby de Kentucky en 1986 y el clásico de la Breeders’ Cup en 1987. Ferdinand – y no Alleged – fue el que falló como semental en Estados Unidos; por eso lo fletaron a Japón donde en principio anduvo bien pero cuando su potencia comenzó a flaquear los nuevos dueños lo mandaron al degolladero. Se cree que lo destazaron en 2002 y es de él la historia de que no se sabe si culminó como alimento de mascotas o en un restaurante, ya que los japoneses estiman bien la carne de caballo.

Ferdinand derrotó por una nariz al ganador del Derby de Kentucky en 1987 – Alysheba – en el clásico mayor de la Breeders’ Cup de ese mismo año.

La casualidad es que fue el padre de Alysheba, Alydar, el que tuvo los duelos épicos contra Affirmed – no Alleged – en la triple corona de 1978. Si bien no pudo contra su célebre enemigo, no fue el eterno segundón de mi relato sino que muy guapo se le impuso al famoso rival en tres oportunidades; también lo escoltó siete veces sin dejar que ningún otro se interpusiera entre ellos y lo dejara tercero.

Alydar comparte con Ferdinand el oprobio de su muerte. Aunque no se ha probado aún, se sospecha que le apalearon las cañas hasta quebrárselas de tal manera que no quedó otra que sacrificarlo. Por su seguro, Alydar valía más muerto que vivo. Lo exprimieron hasta el instante final. Se distinguió como padre de campeones: fue mucho mejor semental que el histórico adversario Affirmed. Cuando arreciaron los achaques de la edad, su haras en bancarrota se lo sacó de encima.

Mi cuento imperfecto, que pensaba era más factual que los triunfos de Yatasto tuvo al menos algo de real: Affirmed. Fue triple corona en 1978; eso no me lo inventé. Acerté asimismo en que contó con un digno rival, que no fue Alleged, sino uno de sufijo parecido.

Dice un conocido escritor contestatario en el epígrafe de su única novela: La estricta realidad siempre cobra alas y supera en imaginación a toda ficción. El abuelo Benicio agregaría “…a todo recuerdo, a todo sueño”.

***

(1) Caballo viejo e inútil (aféresis de matungo). En los primeros versos del tango “Leguisamo solo” (letra y música de Modesto Papavero) “tungo” se usa de manera más amable que su significado lunfardo: Alzan las cintas, parten los tungos /como saetas al viento veloz…

Compartir la lectura

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *