Si le hubiésemos hecho caso a Perón…
Nuestros amigos peronistas perciben compañero a Juan Manuel Abal Medina. Es que con las tribulaciones que sus deberes le demandaron en los 60 y 70 del siglo pasado sería necio disputar esa consideración.
Nuestros amigos peronistas perciben compañero a Juan Manuel Abal Medina. Es que con las tribulaciones que sus deberes le demandaron en los 60 y 70 del siglo pasado sería necio disputar esa consideración.
Qué pensará hoy el mundo de Adolfo Suárez (1932 – 2014). Los que saben de él al oír su nombre completo pueden exclamar aaah, sorprendidos y dudosos.
Cómo se aprende cuando leemos cualquier libro en el que esté involucrado Horacio González. Para los que recuerdan su voz – para quienes todavía escuchan sus palabras, como la despedida de la Biblioteca Nacional – se trata de un expositor exquisito que casi habla como escribe.
Hacía mucho que no me demoraba tanto con una lectura. No por difícil. Estas son piezas labradas, pequeñas, autónomas, que requieren que se las desmenuce para disfrutarlas mejor.
Solemos discutir con un amigo sobre la distancia histórica conveniente entre escriba y tema. Él, sin ser especialista, aduce que para obtener resultados sensatos se necesita una distancia que permita objetividad en el análisis que la pasión ocluiría. Opina que la tentadora proximidad espaciotemporal resulta mala consejera. Yo sostengo sin certidumbres que con la distancia se diluye el ímpetu de lo que se aborda.
El acrónimo Kl tiene una carga sonora más punzante que la k sola, pero menor que la palabra compuesta en alemán, konzentratioslager (campo[s] de concentración). Nikolaus Wachsmann eligió Kl como título de esta obra monumental que refiere las brutalidades inenarrables – y sin embargo se narran – que los nazis infligieron a sus semejantes en momentos históricos en que se desencadenaron fanatismos y se esparcieron por naciones impensables como la aventajada Alemania.
Cuando leí Black out (2016) anoté en mi cuadernito con vergonzante ingenuidad crítica que “esta mujer se escribió a sí misma y sin ningún pudor seleccionó una serie de enormidades de las que se presenta como figura central”.
Libro abocado a asuntos argentinos en torno a los años setenta que logra el objetivo de divulgar para un público amplio las atrocidades de la historia argentina cometidas por militares sanguinarios durante la última dictadura.
En la crítica, si se invoca mucho el contenido – en contraposición a la forma – queda transparentada una membresía en clubes literarios digamos que más bien vocacionales. Los que escriben recensiones le disparan con inusitada premura y con no menos razón a las aproximaciones contenidistas.
La trama dibuja el inevitable triunfo de semblante blando de la mesura sobre los enojosos extremos. No se intenta loar la moderación aunque tampoco es cuestión de impugnarla. Se reconoce la agencia inteligente de lo moderado sin descontar, por supuesto, su furtivo pero implacable aplomo.