Churrasquitos hervidos, billetes crocantes
Jorge Asís
Buenos Aires, Sudamericana, 286 págs.
2022
03 – 10 – 22
En la crítica, si se invoca mucho el contenido – en contraposición a la forma – queda transparentada una membresía en clubes literarios digamos que más bien vocacionales. Los que escriben recensiones le disparan con inusitada premura y con no menos razón a las aproximaciones contenidistas. La forma paga más, no en metálico ni en entendimiento sino en prestigio. En Churrasquitos hervidos, billetes crocantes, el anacrónico dilema, la ideal dependencia de los polos complementarios y a la vez antagónicos se pone a prueba. Por lo que conozco, las ficciones argentinas contemporáneas raramente acuden al contenido tan sin mediaciones como Churrasquitos.
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Jorge Asís es uno de los que mejor instaló el sentido común de la supuesta corrupción kirchnerista. Más preciso, el sentido común del supuesto estilo corrupto de quien dio nombre al kirchnerismo, Néstor Kirchner. Lo llamativo es que no recurre a menudo a la palabra corrupción. Usa la más refinada y al parecer inocua “recaudación”, que muchos dirán no es inocua sino perversa por lo que ratifica. Tampoco da la impresión de censurar esta praxis. En su lugar queda a un cordial tris de celebrarla. Ubica la “recaudación” en el ámbito de lo natural para financiar la política. Se trataría de un juego de caballeros atildados cuya destreza recaudatoria cotiza entre los que cultivan el placer de observar y comentar el juego del poder. Lo de las recaudaciones es más histórico que reciente y concierne al peronismo; ha de ser así porque el autor se reclama, a más de profesional de la palabra, peronólogo. En cambio, los periodistas gaznápiros que denuncian a los recaudadores forman una runfla que practica un periodismo abaratado al que Asís desdeña como “periodismo patrullero”.
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En el artículo “El enemigo está adentro”, Nancy Giampaolo encuentra estos necesarios matices formales indagando, entre otros, en herencias de la literatura nacional. La recensionista agita los nombres de David Viñas (1927 – 2011), los “dos Lucios” (Lucio Fidel López [1848 – 1894] y Lucio V. Mansilla [1831 – 1913]) junto al de Julián Martel (1867 – 1896) y otros no menos importantes para mostrar las continuidades históricas y habilidades de Asís (juego de espejos, cajas chinas, puntuación aleatoria) para hacer una literatura “de primer orden”.
Como soy medio lego no he sido capaz de desprender la preponderancia de lo real de la forma que eligió el escritor para estilizar la novela. De los dispositivos formales solo me percaté de abundantes quiebres cronológicos – nada extraordinario – y de alguna que otra táctica metaficcional, una de cuyas peculiaridades es el intento de borramiento de los límites entre el mundo ficcional y el de la realidad. Precisamente, me pareció que la realidad deambula como Pedro por su casa por el cuerpo de la novela sin otorgar nada más que unos cuantos diálogos imaginarios a la ficción.
El título del artículo de Giampaolo que fue descartado para la novela elogia la deslealtad en el juego del poder y – como el ejercicio de la recaudación – no cuenta con ningún reproche moral, “Porque es en el compañero, en el correligionario o en el camarada, donde crece y se desarrolla el germen el enemigo. / El enemigo está adentro. El adversario está afuera” (185). Hay continuidad temática indudable entre la cita de arriba y el título de mi nota, “Una traición en este oficio no se le niega a nadie” (79) emitida al cruzarse Masud / Menem con el personaje Rata Benavídez, franca representación de su contraparte real, Chacho Álvarez. En esta ficción, en el juego del poder en la Argentina se admiten sin dramas la deslealtad, la traición, la recaudación. El asunto es adiestrarse para hacerlas como corresponde y no quedar pegado por torpezas.
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La trama se desenvuelve por la historia reciente del país que más de un lector local y atento debe conocer a rabiar; tanto sus acontecimientos principales como sus figuras fundantes, pese a los nombres cambiados de los personajes. De cualquier modo los nombres no despistan demasiado, a no ser que el lector sea foráneo. Por un lado, de los comentarios sobre la trastienda del poder que trata el libro bien pueden desconocerse detalles puntuales. Por otro, las hipótesis sobre el kirchnerismo ya sean peregrinas, enojosas, infamantes, humorísticas u otras – siempre distintivas – alientan a discutir o refutar a este narrador de la novela que es el propio Asís o alguno de los seudónimos que utiliza en su sitio de Internet. Una buena porción de los aludidos – la izquierda peronista o “el autismo del progresismo argentino” diría Pedro Yagüe – no le contesta en especie, es decir, en los términos retóricos gentiles que él propone. Más bien ignoran sus insinuaciones, pues lo de él es puro juego picaresco, ficcional, a lo sumo mero entretenimiento.
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“Se había quedado Masud con la imagen del gran corrupto. Pero sin dinero vivo disponible para comprarse siquiera un automóvil como los que el Estado le ponía para trasladarlo en su condición de expresidente” (91)
De sus personajes el que parece dar la talla de estadista incomprendido e inocente es Masud (Menem). Incomprendido e inocente, algo que el autor reafirma en sus reales intervenciones periodísticas. Lo mismo se extiende a “Espelucín” (qué capa esa designación, Turco), Domingo Cavallo. Antes de Asís nadie de fuste se animó a reivindicar a este deletéreo economista, salvo los envalentonados partidarios de la derecha más ardiente. Mérito del autor podría ser el de ufanarse de sus simpatías políticas, contaminar con ellas ficciones y crónicas por más rechazo que susciten, acompañadas por lo común con gestos risueños y certidumbres tan eficaces que parecen pronunciados en serio. Con esto alimenta, en todo caso, la figura pública que seguro no tiene nada que ver con su intimidad.
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“Perder no es grave. El problema es la cara de boludo que te queda” (87) (Teorema de Vernet según un tweet de Jorge Asís el 21 de junio de 2018)
En otra reseña escribí más escaldado que ecuánime que Asís se distinguía por contarse dentro de la escasa derecha inteligente en el país y que tenía la ventaja de su lejana formación – inconfundible – de izquierda respecto de los mediáticos de la prensa hegemónica. De hecho, su talento y carisma comunicativos – incluido estos Churrasquitos un tanto pasados por agua – siguen sin hallarse entre los propagandistas de derecha, rústicos, remolones y opacos (salvo en ocasiones Sarlo o Pagni, cuando logran esconder la hilacha gorila).
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Churrasquitos me pareció un aguardiente extendido, que sigue la línea de los que publica más o menos cada semana en Jorge Asís Digital. En varias de las entregas a su sitio insiste, como en la novela, que quien recaudaba era Iván Smirak (Néstor) y que su esposa, Soraya (Cristina), no sabía hacerlo y que por eso el proyecto kirchnerista, según sus elucubraciones, comenzó a hacer agua (200, 256, 275, 276, entre muchas otras).
Una amiga joven me pidió que le recomendara un libro para entender el peronismo. Los primeros que se me vinieron a la mente fueron La novela de Perón (1985) y Santa Evita (1995) de Tomás Eloy Martínez. Cuando le dije me miró extrañada porque eran novelas, pero insistí, “vas a entender mejor”. Por una cuestión de alcance, por deformación profesional, me da que las novelas superan a los libros de historia y de ensayos. Pero no le recomendaría Churrasquitos para que entienda el peronismo; sí lo haría, sin embargo, como una picaresca sobre políticos peronistas y de algunas otras denominaciones obsesionados por la detentación y mantenimiento del poder por el mayor tiempo posible.
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Sin desdeñar la novela, y consciente de que hay una obra importante de por medio, mientras leía sentí saudades por Los reventados (1974), Fe de ratas (1976) y hasta por Flores robadas de los jardines de Quilmes (1980). También por las intervenciones televisivas de Asís durante el cuatrienio macrista.
En los tiempos difusos que siguen esperaremos serenos la aparición de la segunda parte con la que amenaza el autor (“Continuará…”, [286]) en la última página del libro.
HD
Maria Rais
Hace rato que he dejado de seguir al turco, no tanto por lo que dice, sino que parece sentarse a la diestra de Zeus para hacerlo. Sin embargo al ver que Ud. hacía una crítica de “Churrasquito……..” no pude dejarla pasar.
Muchas gracias por su nota, fundamentalmente porque me ha hecho ahorrar unos pesos
Como siempre, muy buena su colaboración a la literatura!!!!!!!!!
Olga
Al turco me gusta mirarlo pero no muy seguido. Y he escuchado algunas referencias a este libro, le gusta la palabra crocante. Este pasa sin mas comentarios.