Chisgarabís

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Anatomía de un instante
Javier Cercas
Barcelona, Debolsillo (Penguin Random House Grupo Editorial), 462 págs.
2017 (1ra ed. 2009)

Qué pensará hoy el mundo de Adolfo Suárez (1932 – 2014). Los que saben de él al oír su nombre completo pueden exclamar aaah, sorprendidos y dudosos. Lo sugiere el narrador en las primeras líneas del “epílogo de una novela” – que hace de prólogo – cuando comenta haber leído que el veinticinco por ciento de los ingleses pensaba que Winston Churchill (1874 – 1965) era un personaje de ficción. Si es así con Churchill imagínense lo que será con Suárez, el eurocomunista Santiago Carrillo (1915 – 2012) o el general Manuel Gutiérrez Mellado (1912 – 1995), personas reales que Cercas torna personajes más interesantes en su no-ficción que en sus vidas públicas. A Tejero (1932) todavía lo detesto y ni Cercas me lo hace pasable. Los simples mortales tenemos de estos individuos los retratos que los medios decidieron otorgarnos, sus figuras públicas. Luego aparece Cercas y nos presenta una perspectiva distinta. El oficio del escritor: dame un par de chisgarabises y te los transformo en héroes. 

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Chisgarabís – fantoche, hombrecillo de poca sustancia – es término que se incorpora a mi léxico gracias al autor de esta novela. Plugue a Dios me dé oportunidad de usarlo en exploraciones futuras. En mi alargada y acaso distraída trayectoria por mataburros variados no recuerdo haberme cruzado con esta palabra que según averigüé utilizó Quevedo. El Diccionario de Autoridades (1737) la define así:

“El entremetido, bullicioso, que pronta e inconsideradamente se mete en cosas que no entiende, sin fondo ni comprensión para ellas. También se llama así al que reduce las cosas de importancia a parola, o a bulla de palabras, con satisfacciones afectadas de que hace algo, no haciendo cosa de provecho.”

Según la narración chisgarabís es la expresión con que varios de sus contemporáneos se referían a Adolfo Suárez. Cercas propone que tenía casi todo de chisgarabís pero el 23 de febrero de 1981 se comportó como un héroe, de los antiguos.

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El libro es más que entretenido. Aunque estas líneas no se proponen recomendar nada – a Cercas ni falta que le hace – recomiendo al autor sin las reservas que me acometieron años atrás con El impostor (2014). Vaya a saber si el propósito consensuado de la literatura es el entretenimiento. Lo es de hecho para los escritores no especializados que son mayoría. Creo que el mérito del novelista en estos tiempos residiría en alcanzar la mayor cantidad de público para una actividad (la literatura) que sin necesidad de referencias se la percibe en declinación.

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Cercas ha dicho en una entrevista que no le convence la literatura para las catacumbas, es decir, para los lectores de culto o tribu, o para los eremitas académicos que viven en esas catacumbas. Le tiene sin cuidado la propuesta – dicen que flaubertiana – de que la literatura no sirve para nada. A él sí le importa. Que la literatura no sirve para nada será bueno para quienes lo proclaman – “¿Flaubert dedicaba su vida a algo que le parecía inútil? Este es el lugar de convergencia de un ramillete de posicionamientos donde se solapan buenas voluntades, convicciones y exquisiteces de lectura que comprenden el polo popular y el estandarizado de las buenas letras. En otra parte he garabateado sobre la estandarización que Cercas parece practicar, uno de cuyos objetivos es obvio. Me perturba – decía – la naturalización ideológica de la enunciación, tirada al centro y a la derecha como en los tiempos que corren, en especial en el valor supremo de nociones como “democracia” o terrorismo. Este último tal como se difunde por las sucesivas administraciones estadounidenses y los capitostes de la comunidad europea, que distribuyen prejuicios y preconceptos subliminales y no tanto, a lo largo y ancho del mundo globalizado. Reconozco asimismo que si Donald Trump conociera a Cercas lo acusaría de izquierdista radicalizado, lo cual lo exime de mayores pecadillos. No sigo más. Deploro las teorías conspirativas. No vaya a pensarse que creo – pese a lo que escribí en otras partes – que haya escritores valiosos que estandaricen adrede la ideología que sus narraciones derraman sobre la mayoría lectora que reclama y gusta de estas novelas divulgadas con indisputable eficacia. No es verosímil denunciar que haya tal conspiración. Sé que si bien disfruto de lecturas como esta, sueno despectivo, anacrónico y seguro que envidioso, pero igual justifico mi postura, rencoroso, machacón y acerbo, con la segunda parte de la versión rústica del refrán sobre estas crías de Dios que “el viento amontona”.


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La cita latina fiat iustitia et pereat mundus (“hágase justicia, aunque el mundo perezca”) que aparece varias veces me pareció digna del retrato que Anatomía… hace de la clase política que en la novela incluye ideales impolutos y vulgaridades pringosas, que se extraen de lo que la historia – que es todo lo que se sabe – desecha, de su basura. Nadie se salva, o solo unos pocos aunque porten defectos innobles. Ser un héroe con numerosas fallas es un cuadro que aprecia el actual lector mayoritario de este tipo de ficciones. Acaso porque este lector actual, del mismo modo que Adolfo Suárez, quiere identificarse o salvarse, o por qué no redimir su vida orlada de inconductas, grisitudes y titubeos, por un instante.


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En el tiempo en que estuve inmerso en esta novela – demasiado, aunque ya se tornó costumbre – me topé con gente notable que la mencionaban, aunque tiene casi una década y media de existencia. Como las coincidencias inútiles de toda inutilidad se me aparecieron por arte de abracadabra. En programa distintos de “Vidas prestadas” conducido por Hinde Pomeraniec y emitidos en julio, dos de sus invitados invocaron el libro que estaban por empezar a leer con grandes expectativas. La propia conductora también ha expresado su admiración por Cercas. Carlos Pagni, en una entrevista que le dio a Jorge Fontevecchia en el diario Perfil lo nombró con elogios recatados como es su estilo. Se ve que los liberales – no sé si Pomeraniec lo es, solo lo intuyo, probablemente equivocado como aclara el Turco Asís – tienen sus guías bibliográficas inteligentes, como las de Pagni de quien se puede aprender bastante. Pagni hasta se anima a rastrear las fuentes de Cercas para la construcción del personaje Adolfo Suárez de Anatomía…

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No es broma lo que Cercas investigó para este trabajo tanto en el recogimiento de testimonios como en la copiosa bibliografía consultada y compartida. También merece distinguirse el montaje y el recurso frecuente a la exageración en la misma escena con iteraciones y hesitaciones desde múltiples perspectivas. La labia de Cercas es saludablemente torrentosa. Esa catarata que emite ayuda a adivinar a un tipo quizá ansioso pero locuaz y ocurrente que es el sueño de los entrevistadores. Apuesto doble contra sencillo que lector celebra haber acompañado y compartido esta escritura.

HD

hugodemarinis@guardacnellibro.com

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